El silencio y la luz: Mezquita de Córdoba

Ildefonso Robledo

La Mezquita de Córdoba, la única que ha sobrevivido de nuestra etapa andalusí, es para mí todo un sueño. Es un espacio sagrado pleno de magia al que no dudo en acercarme una y otra vez. En mí, desde niño, se aúnan dos pasiones: el amor por la historia y el
amor por la fotografía. Decía Pasolini que la verdad nunca está en un solo sueño, sino en varios sueños. Quizás sea esto lo que me anima a recorrer los espacios de nuestra Mezquita, buscando esa verdad que en ella se encierra y con la que uno sueña.
Las imágenes que se integran en esta muestra no están hechas en un solo día sino a lo largo de varios años. Cuando recorría su sala de oración buscaba unas veces la luminosidad que aportan los meses de verano, cuando los rayos que se filtran inundan de una luz tamizada este espacio. Otras veces, las imágenes habrán sido hechas a primera hora de la mañana en invierno, cuando todo en el templo es oscuridad y silencio. Casi podría armar que papara quienes trabajamos con la luz no hay una sola mezquita, sino muchas. A veces también he recorrido este espacio mágico buscando rincones más íntimos, más de detalle, en los que el
visitante no es infrecuente que se tope con la huella de lo romano o lo cristiano.
Con respecto a la Mezquita andalusí, objeto de esta muestra, ya que la Catedral cristiana requeriría, por sí sola, una exposición propia, se trata de un conjunto que nos manifiesta una belleza sorprendente. En ella, las dovelas de los arcos combinan la piedra y los ladrillos de color rojo, y el oratorio se constituye en un hermoso bosque de columnas en el que se produce una
concentración de arcadas superpuestas que se prolonga hasta más allá de donde alcanza la mirada. Quien pasea por el templo cordobés no puede sino sentir que está contemplando un milagro de la arquitectura.
Cuando esa persona llega ante el Mihrab, el espacio más sagrado, pronto repara en que allí, en su interior, nada hay salvo el vacío, ya que en palabras de Antonio Muñoz Molina: “Sólo el vacío y el silencio permiten sugerir la presencia de lo que no puede ser representado”. El vacío, el silencio “y la luz”, añadiría yo. Esa luz tan especial que impregna a nuestra Mezquita, sobre todo a ciertas horas del día. Caminando por sus salas estamos frente al Reino de la pura extensión vacía, ante unos ámbitos despojados de todo lo que no sea número y desnuda horizontalidad. Se manifiesta ante nosotros todo un mundo de silencio y de luz, de simbolismo místico andalusí, que se trasluce en un sentimiento de prodigio que es lo que uno hubiera querido reflejar en estas fotografías que ahora os presento (Ildefonso Robledo).

Nace en 1953, viviendo su infancia y juventud en Valladolid, residiendo en Córdoba desde 1974. Aficionado desde siempre a la fotografía, es miembro de AFOCO desde enero de 2017. Comparte esa acción con su amor por la historia, y en este sentido es miembro fundador de la Asociación “Arte, Arqueología e Historia” de Córdoba, en la que ha desempeñado diversos cargos en su Junta de Gobierno. Desde 2010 es miembro del Colectivo GRUPHOTO (Grupo Fotográco de Córdoba), habiendo participado en siete exposiciones colectivas que se llevaron a cabo en diversos centros cívicos municipales de la ciudad.